martes, 29 de marzo de 2011

Carrera de obstáculos

Desde hace unas semanas, la Av. Comandante Espinar se ha convertido en una especie de exhibición artística de paneles al aire libre, donde los candidatos al congreso (algunos de los cuales pasarán al olvido después del 10 de abril) han llenado con sus rostros la mencionada vía a tal grado, que ahora parece una pista de steeplechase para cíclopes. Poco menos que un atractivo turístico, aunque solo sea temporal.





Esta tiene que ser la mayor concentración de paneles de propaganda política por metro cuadrado en cualquier avenida similar. Hay de todo: paneles con lemas tradicionales como los que se muestran arriba, y otros no tan ortodoxos, como el que muestra a este par de candidatos con máscaras que parecen de catchascanistas:


O también este, en el que una candidata discapacitada visual usa como lema: "No me haré de la vista gorda" (abajo, a la derecha):


En fin, el pueblo dirá quién entra y quién no. Pero este año creo que exageraron un poquito con la andanada publicitaria.

viernes, 25 de marzo de 2011

Y finalmente... el cierre

Con el mismo camioncito que se empleó para el traslado del material de la Librería Sur, la Librería El Virrey empezó a cargar sus pertenencias hacia un nuevo destino. Esto ya había sido anunciado ayer a través de las redes sociales y la revista Caretas. La operación se inició alrededor de las cuatro de la tarde. El local será ahora ocupado por un banco.


Aquí, la librería ya cerrada:


Esperemos que a El Virrey le vaya bien en su nuevo local de la calle Bolognesi, en Miraflores. Todavía no hay fecha para su inauguración.

viernes, 18 de marzo de 2011

¿El primer libro de literatura que compré?

El título lleva forma interrogativa porque, hasta hace unos días, no lo recordaba. Es obvio que debe tratarse de un libro que ya no tengo, de otro modo la portada me lo recordaría.
Para hallar la respuesta me remonté, pues, a la época en que mi abuelo, que era jefe de almacén en una dependencia del Estado, traía cosas para distribución gratuita que eran lanzadas por el gobierno militar. Solía traer cosas muy variadas: discos, libros y hasta correas. Una vez trajo unos discos sencillos grabados bajo el sello "La Hora de Túpac Amaru", muy difíciles de conseguir actualmente. Uno de ellos era el vals "¿Quién es Dios?" en el lado A y en el lado B la marinera "La Brea y Pariñas", interpretados por Los Ases del Perú, este última tema una desenfadada loa a la toma de las instalaciones del título por parte de las Fuerzas Armadas. Pero, volviendo a la literatura, una tarde trajo "Pedestal para Nadie" de César Calvo, poemario editado por el INC que en realidad era una recopilación más amplia, porque incluía también "Poemas bajo Tierra" y una selección de canciones.
Me gustó mucho el libro y entonces me empezó a gustar la poesía. Así, me metí a la Biblioteca de la Municipalidad de Lince a leer la edición con fascímiles de la obra poética completa de Vallejo  No pasó mucho tiempo para que buscara una edición popular y asequible de la poesía de Vallejo y eso me llevó a comprarla, ni siquiera en una librería propiamente dicha, sino en el desaparecido local de Oeschle en Centro Comercial San Isidro. Esta es, pues, la respuesta a la pregunta del título.
Luego empecé a leer novelas completas, empezando por "Sin Familia" de Héctor Malot. Pero, poco después de terminar "La tía Julia...", dejé de interesarme bastante tiempo por la literatura para pasarme a la música popular. Me volví un fanático, aunque no por ello prescindí de escribir poemas tontos. Recién en 1996 emprendí la tarea de escribir cuentos. Claro que nada de esto suena tan romántico como el relato de Edward Ayer sobre la compra de su primer libro, pero al menos resulta más tradicional que leer a algunos jóvenes contando cómo hicieron lo mismo, pero en Amazon.

jueves, 3 de marzo de 2011

Una de SERPOST

Luego de algunas vacilaciones, decidí participar en el VII CONCURSO LITERARIO BONAVENTURIANO DE POESÍA Y CUENTO CORTO (Colombia) , un concurso que tuvo buena acogida en su edición pasada, en el cual se participa por vía electrónica. Es la segunda vez que participo en un concurso internacional. Iba a ser la tercera, pero al intentar participar, hace un par de años, en otro concurso en Colombia, ocurrió algo que solo puede pasar aquí, aunque tal vez fue cosa del destino, como se verá.
Fui a la misma agencia de Serpost desde la cual había enviado, en otra oportunidad, un cuento al concurso Juan Rulfo, de la RFI, pero la empleada de la oficina postal se puso, cómo les digo, muy peruana.
"Tiene que colocar en la parte superior izquierda el remitente", dijo. Le expliqué que eso no regía con los envíos internacionales, solamente los nacionales, y que no podía acceder a eso porque a los concursos debe enviarse trabajos anónimos.
"No, nadie puede enviar entregas así", terqueó la empleada. Le dije que anteriormente ya había mandado otro cuento a Francia y que en esa ocasión no hubo ningún problema. "No, no puede ser", bruteó (mil disculpas por el neologismo) la empleada. "Hay que cumplir con los reglamentos", añadió, muy policial.
Al final, decidí llevarme de vuelta el cuento a casa, lamentando la ineficiencia de la compañía. Pero, al abrir el sobre, comprobé que no incluía el CD con el trabajo,.lo cual exigían las bases. Lo hubieran descalificado. Por eso digo que fue cosa del destino, algo no quería que participara de todos modos.